Y deseo desde lo más profundo de mi corazón...
que Dios les de olvido para el dolor y bendiga con cicatrices sus heridas,
que valientemente continúen cargando sus cruces y avanzando con firmeza aun más allá del horizonte,
que puedan entornar la vista y ver así la luz en medio de la comunmente sombría cotidianeidad
y que no los arrastre la corriente pero que sí leven anclas y naveguen y emprendan el vuelo, níveos y livianos
que el abrazo se les haga costumbre y caricia
y que el alma no se les balancee mucho en el balance
que sean benévolos y magnánimos con ustedes porque ustedes duermen con ustedes cada noche
y que el Dios de los niños y de los hombres niños los cobije, como desde que el mundo es mundo,
bajo su atenta y misericordiosa mirada.
Desde el alma,
Anahí Iraizoz