Allí medicos, enfermeras y especialistas hicieron lo imposible para que pudiera estar entre nosotros. Pero la magnitud del destrozo ocasionado por el disparo era tal, que no hubo ayuda humana posible.
Allí, amigos, compañeros, docentes, familiares y desconocidos lo acompañaron en su lucha .
El mismo 26 de agosto, su madre, Marta Doldán de Iraizoz distribuyó una extensa y profunda carta en su comunidad, la misma era el fiel reflejo de esa agonía contenida, de esa impotencia sin cauce, en ella pretendió plasmar con letras su dolor imposible de curar.
Algunas de sus palabras eran estas:
"Hace sólo unas horas sepultamos a nuestro único hijo varón.
Cuando un hijo es arrancado por manos criminales, no hay consuelo, palabras, ni se aceptan explicaciones.
Nuestro silencio de estos días, se debió a que junto a Nahuel también nosotros agonizabamos necesitabamos depositar energía y fuerzas exclusivamente en su recuperación, sueño que no se produjo, a pesar de todas las oraciones del mundo, el calor de familiares y amigos, de las manos iluminadas de médicos, de atención de enfermeras y médicos de terapia y de la aparatología que requería su estado desesperante.
Uno de los mensajes grabado en nuestro contestador , entre centenares que quedarán con voces dolidas y angustiadas en el dísco rígido de nuestra memoria, decía... "en las oraciones del Santo Padre de hoy, estuvo el pedido por la salud de Nahuel, el se recuperará, porque lo está tratando el mejor médico que es Jesús y a Él no le faltará ningún medicamento, es por eso que Nahuel se salvará".
Estoy segura, que mi hijo salvará nada menos que su alma, ya que su cuerpo, a partir de hoy, yace frío e inmovil en soledad y con el inmenso misterio de la humanidad.
[...]
Al asesino de su hijo entre otras formas se dirigía así:
Durante 11 días recibimos todo tipo de acto de compasión, acompañamiento, contención, medallitas, rosarios, imágenes, estampas, reliquias, dibujos de niños, llamados, e mails, fotos de Nahuel con gente querida, cartas de aliento y esperanza, pero... ¿sabe?, inutilmente esperé la suya, la de su madre, tía, hermana, hija, madrina, esposa, que testimonien sobre usted.
Ahora ya nada interesa, tal vez usted esté sólo en éste mundo o tal vez, nadie, desea poner las manos en el fuego por usted.
[...]
Y a pesar del dolor, agradeció:
Damos las gracias a los profesionales que intentaron por todos los medios salvar la vida de Nahuel, desde el director de la Clínica y cada una de las personas que ocupaban los más variados trabajos dentro de la Clínica Espora de Adrogué.
En nombre de la memoria de Nahuel , al afecto de conocidos y desconocidos que oraron por él todo el tiempo y nos entregaron símbolos de fe que nos acompañarán eternamente.
A los sacerdotes y diáconos que le han ofrecido una misa especial.
A todas las personas que nos han acompañado durante esos días, incluyendo internación, velatorio y entierro.
A los medios locales y nacionales que respetaron en silencio nuestro dolor.
A diplomáticos amigos, en las buenas y en las malas.
Al Sr. Juan Carlos Blumberg quien se molestó y apersonó hasta la clínica de Adrogué, solidarizándose, ya que él conoce del profundo dolor por la pérdida de un hijo.
Al Hospital de Adrogué, que rápidamente luego de recibir a Nahuel dijeron que era mejor un traslado.
... a todos, Nahuel, estoy segura, los estará iluminando desde el cielo y nosotros, eternamente agradecidos.
Algunos, reciban mis oraciones... a otros, los abrazo desde lo más profundo de mi corazón de madre.
Así concluía su desgarradora carta, así sintetizó once interminables e inolvidables días de dolor.