Inauguración del Mural de la Justicia, en Longchamps




Una amplia tela blanca cubría la obra que sólo se había visto durante su construcción.
Acompañaban sus costados dos tramos ornamentados por el blanco y celeste de la Bandera Argentina e impresionantes letras que anunciaban el motivo de la obra.
La multitud de vecinos y ciudadanos que allí se habían congregado, ansiosos esperaban ver cómo había quedado la obra en la cual muchos de ellos habían participado.
La repercusión de la belleza y magnitud de la misma no tardó en descubrir el homenaje a Nahuel Iraizoz y a más de setenta víctimas de la inseguridad que allí se encuentran.
Poco a poco la inmensa tela fue cayendo y las lágrimas de los rotros reflejaban dolor, pero también felicidad, emoción y felicidad al ver que el trabajo había dado sus frutos y que si todos nos proponemos a cuidarla, la obra sin duda trascenderá generaciones.
Esas generaciones que se fueron agrupando a medida que fue cayendo la noche, mayores, adultos, jovenes y niños.

Luego de que se expresara un representante de cada credo y de que quedara definitivamente expuesto el Mural, se lanzaron globos al cielo con el nombre de las distintas víctimas, así se daría por finalizado el evento.
Para muchos la lluvia que cayó una vez terminado el acto fue una bendición de la naturaleza, para otros, las lágrimas de nuestros muertos emocionados.
Para todos, una obra indescriptible.