“El 3 de Abril empieza el juicio” oímos desde hace meses. El 3 de Abril empieza.
En realidad nuestro juicio empezó ya mucho antes, con Nahuel agonizante, con Nahuel bajando a tierra, con Nahuel llegando al Cielo.
Se desovilla hoy frente a nosotros una nueva instancia de este dolor inconmensurable.
En esta nueva instancia, cedemos en algo la potestad de esta dura historia a un grupo de hombres que tiene el deber de hacer justicia.
Desde la muerte de Nahuel cada uno de nosotros arrastra en su sangre una multiplicidad de elementos que uno a uno han venido a tallarnos la vida. Dolor, resignación, angustia, recuerdo y lucha, anhelo, desesperanza y fe, vacío y llanto, y una extensa serpentina de sonrisas y carcajadas que él nos legó y hoy nos clavan un poco bajo la piel aunque no queramos admitir ciertas espinas.
A todo esto (y más) se suma hoy la incertidumbre que sentimos, al saber que nuestra fe y nuestra esperanza serán depositadas en esas manos y en esos ojos, en las manos de ese grupo selecto de personas que tienen el deber de impartir justicia.
A ellos estamos entregándoles algo sagrado: el deber de saldar en parte la herida y el vacío que esta sucia y mafiosa parte de nuestra sociedad nos ha legado.
Estamos dándoles el deseo visceral de saciar esta sed y este hambre de justicia.
Estamos implorándoles que desde sus decisiones nos calmen el dolor palpitante de esta ausencia.
Hoy arrastramos nuestra sangre como lava en un volcán en erupción que pretende satisfacer su último y primer derecho: justicia por la vida cercenada, por la vida eliminada, para los vivos mutilados que vivimos hoy entre la tierra y el Cielo.
Tenemos un miedo indecible. Hemos abierto el cofre que atesora las terribles y duras decisiones cotidianas a las que nos veremos sometidos, para hacer partícipes a un puñado de hombres cuyos puños aguardamos golpeen la injusticia. Para eso han nacido. Para eso se han formado. A eso le dedican sus noches y sus días.
Los hombres y mujeres que optamos por la senda estrecha y que de tanto gritar no tenemos, casi, voz, nos preguntamos con pesar, pues no deberíamos siquiera acunar el menor indicio de duda, pero nos preguntamos, con las entrañas estrujadas por alambres de púa, viendo que la sangre que brota de ellas es la de Nahuel, con ese dolor indecible e inigualable, nos preguntamos: ¿será justicia?.
María Anahí Iraizoz